Me dices...ven aquí...sin palabras,
sólo con tus gestos,
tu mirada atravesándome,
con un sólo movimiento de tu mano,
de tu dedo índice,
que se mueve levemente indicándome hacía donde tengo que dirigirme, hacía ti.
Me acerco lentamente,
mientras mi mirada se estrella contra el suelo,
ante ti, ante tu poderosa mano,
que me espera abierta y sedienta,
provocando en mi estómago
una sensación similar al revuelo de una bandada de aves.
Mi cuerpo reacciona sin pensarlo,
mis piernas se separan,
tiemblan por la cercanía de esa parte de tu anatomía,
mi piel se estremece,
y te oigo...posate en mi mano pequerrecha...
...quiero que me entregues lo que tu ya sabes...
Me deslizo,
como el pajarillo en la mano de su dueño,
lo hago con la calma que me exijo a mi misma,
disfrutando ese momento para alargarlo hasta el infinito,
sintiendo la humedad como se apodera de mi sexo,
esa humedad que reclama tu mano,
que roza tu mano, que moja tu mano.
Sólo un pensamiento me recorre como un rayo
y hace que todo desaparezca a mi alrededor,
que sólo sienta tu poder,
sólo un pensamiento...
...soy tuya Amo.
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